La cigüeña

Papás se fueron porque Hermanito iba a nacer. No me llevaron porque dicen que con la cigüeña siempre hay muchas gentes. Y yo me puedo perder entre tanta persona. De repente; ni me lo esperaba. Yo estaba jugando al té con mis muñecas y oí los gritos de Mami desde su cuarto: “¡Ya, Amor, ya! ¡Vámonos ya! ¡Ya va a nacer, córrele!” Mami le dice Amor a Papá. Tomaron las llaves del coche y se fueron. Ni siquiera me dijeron que me portara bien con Tía, como otras veces. Y aunque ya lo sé, no me puedo quedar sola porque tengo cinco años. Me puede pasar algo. Tía llegó hace un mes a la casa. Mami estaba tan gorda que ya no podía hacer bien la casa. Por eso Tía le está ayudando. Mami se cansaba rápido. Mami se veía bonita con su panzota que le crecía poco a poco. No importa que fuera torpe y no acabáramos el aseo. Me dijo que cuando la cigüeña se le iba a quitar. Así era me explicó. Me acuerdo muy bien que yo jugaba con mi muñeca y yo era la mamá y se me ocurrió que cómo nacían los bebés y se la hice la pregunta a Mami.

—Mi niña, curiosa… Pues los bebés te los da una cigüeña que los trae de las nubes —contestó. —¿Cómo de las Nubes? —le pregunté. —Sí, con sus picos sostienen un paliacate que hacen como hamaca (las de las playas, ¿te acuerdas?), como cuna, y ahí traen al bebé. ¿Sí? —Mm. ¿Y al bebé lo va a traer a la casa la cigüeña, para verla? —No, mi niña, a los bebés los papás los recogen lejos… En un campo. Y ahí no van las niñas chiquitas porque hay muchas gentes… y se pierden. —Pero yo ya no estoy chiquita. —Te puede pasar algo, hay muchas muchas personas. Mejor no. Bueno, yo no podía hacer nada: no me iban a llevar y punto. Mejor me regresé con mis muñecas. Pero al rato ya estaba otra vez preguntándole a Mami. —¿Y cómo sabe la cigüeña cuál bebé es tuyo con tantas gentes? Siguió tejiendo la chambrita azul antes de contestar: —Por la barriga se da cuenta de que fuiste por tu bebé. —Entonces por eso tienes una panzota… Yo pensé que porque comías mucho —reí. —Sí, mi niña, así se da cuenta. Y así también sabe si es niño o niña, por el tamaño de la panza. —¿Y la tuya está grande para una Hermanita? —Pues quién sabe, a mí me parece que vas a tener un hermanito. Bueno, quién sabe, la cigüeña es la que dice al último.

Por fin entendí bien y me regresé a jugar. Ojalá fuera una Hermanita. Pero Mami quería un niño, yo ya la había oído una vez. —Ay, Amor, va a ser un niño —decía a Papá, con una seguridad como si la cigüeña ya le hubiera dado al bebé. Si fuera una niña, yo le pondría Anita como mi muñeca. Así jugaremos al té juntas. Aunque sean dos Anitas. No importa. Pero si fuera niño… A los niños no les gustan las muñecas. Se la pasan jugando a la pelota con sus papás. O a corretearse a las pistolas, como los niños de mi escuela. ¡Qué aburrido! Tía me llama a merendar. Meriendo cereal con leche. —¿Y si la cigüeña le da un hermanito, como dice Mami? —le pregunto a Tía.

Al día siguiente Tía me levanta a las ocho. Me baña y me peina y rezamos. Luego me prepara el desayuno. Cuando acabo le digo a Tía mi idea. Voy a dibujarle un oso grandote para la cuna al bebé. Así se va a dormir más rápido en la cuna con cobijas azules que le preparó Mami. Todavía no acabo cuando oigo cómo se estaciona el coche. Corro a la entrada con el dibujo en la mano para dárselo al bebé. Aunque esté incompleto. Luego lo termino. Pero cuando Papás entran no traen a Hermanito. Mamá está pálida y tiene los ojos un poco rojos como si hubiera llorado. Papá también está triste, se le ve en la boca. —¿Y el bebé, Mami? —La cigüeña no lo tenía, mi niña. Se equivocó de persona —me contesta Papá con voz quebrada.