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Contra la ortografía


Uno de los aspectos más sobrevalorados de la redacción es la ortografía. Al menos esta ha sido mi postura sobre este tema casi desde mis inicios como profesor de redacción. Y creo haber sido consecuente con ello: más de un estudiante podrá testimoniar lo poco que me ocupo de la ortografía en mis cursos. Sin embargo, no ha sido un vil capricho y en estas líneas quiero presentar mis razones y proponer algunos puntos de acuerdo.


Algunas razones


Una primera razón para tener esta postura es que enseñar y aprender ortografía consumen muchas de nuestras energías sin muchos resultados. Este fue uno de los aprendizajes que más rápido obtuve como docente. Después de un semestre enfocado en estudiar las normas ortográficas, en pedir repeticiones de palabras que suelen escribirse mal y en hacer dictados con mis estudiantes, las mismas faltas se repetían. Al analizar qué fallaba, solo llegaba a la conclusión de que era necesario intensificar los ejercicios, desplazando otros contenidos y actividades. A final de cuentas, así había aprendido yo también, ¿no? Puedo evocar aún varias tardes de la secundaria en las que yo realizaba planas ortográficas, encaramado al escritorio. ¿Había aprendido así realmente? En mis primeros años como docente aún lo creía así, pero no estaba dispuesto a sacrificarle a la “diosa” ortografía el tiempo de lectura y escritura creativas. Y solo fui relegando su enseñanza lentamente, como por distracción.


Otra razón por la que estoy en contra de la ortografía es por el estatus casi divino que ha adquirido. Este estatus es algo construido, en parte, por rituales como los concursos de ortografía o la reproducción de contenidos ortográficos en las redes sociales y la publicidad. Como parecen tener una existencia independiente o más real aquellas cosas que se repiten cíclicamente, la ortografía se ha asegurado un primer lugar vitalicio entre todos los aspectos que influyen en la comunicación escrita. (No es infrecuente escuchar decir que alguien tiene buena ortografía para señalar que escribe bien, como si la ortografía fuera sinónimo de la redacción). Estos rituales, con su repartición de premios y castigos, me hacen imaginar la ortografía como un altar o un tribunal desde el que se dictamina qué es comunicarse bien y qué no. Y desde allí se encumbra a quien dogmáticamente predica qué es correcto y qué no. No puede ser más que falso este prestigio que se obtiene por pura repetición.

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Foto: Unsplash /Amador Loureiro

Finalmente estoy en contra de la ortografía por saber que en la expresión escrita de un mensaje hay muchos otros aspectos ajenos a ella que afectan la comunicación de forma más dramática. En el proceso de crear una metodología para los talleres de Confabulario, fue crucial identificar todos los aspectos que determinan la calidad de la comunicación escrita. Mi conclusión, después de meditarlo varias veces, fue que la ortografía es solo uno de trece criterios más. ¿Qué hay, por ejemplo, de la coherencia y la relevancia? ¿Qué hay del uso del punto y la puntuación en general? Si el objetivo es que el mensaje escrito se entienda, desviarse de tema o dejar complementos sueltos por errores en la puntuación es más problemático que una falta ortográfica. ¿No cuentan, entonces, todos estos factores más que la ortografía?


Si se trata de enseñar ortografía…


Estas son las razones por las que estoy en contra de la ortografía. Pero si se trata de enseñar ortografía —a la par que se enseñan las demás habilidades de escritura—, entonces hay que 1) verla en su justa dimensión, diferenciándola de otros aspectos de la redacción y sin exagerar sus beneficios y 2) identificar algunas estrategias realmente productivas para su aprendizaje.


A todo esto, ¿qué es, en realidad, la ortografía? La ortografía es el conjunto de normas que prescriben la forma correcta de escribir. Eso nada más: el uso de las grafías o letras correctas de acuerdo con lo que manda la tradición. No es, como ya anticipé, sinónimo de redacción y por tanto tampoco es garantía de que un mensaje se escriba de tal manera que se comprenda.


¿Qué podemos hacer para dominar la ortografía? Como se sugirió arriba, memorizar reglas ortográficas es una tarea laboriosa, y tomar dictados o copiar palabras resulta muchas veces ineficaz para conseguir aprenderlas. Entonces, hay que ir a la raíz del problema, que está más a la vista de lo que pensamos (igual que la carta robada de Poe). Las personas que tienen buena ortografía se equivocan poco debido, principalmente, a que están acostumbradas a ver escritas las palabras de determinada forma. Muchas veces, alguien con buena ortografía escribe bien las palabras sin poder explicar la norma ortográfica que sustenta determinada escritura. Y esto se explica por la memoria visual, la cual se puede desarrollar como proponemos en nuestro Taller de Comunicación Escrita:


  1. identificando las palabras en que cometemos errores comúnmente;

  2. entrenando nuestra memoria visual con diversos ejercicios mentales;

  3. aprovechando la lectura de todo tipo de textos y en cualquier lugar (la calle, los libros), poniendo especial atención a su forma.


¿Se vale apoyarse de los autocorrectores para disminuir la cantidad de errores ortográficos que se nos pasan? Se vale, por supuesto. Negarse a usarlos es como querer enviar cartas cuando tenemos la opción de enviar un correo electrónico o un WhatsApp, ¿no? No obstante, hay que considerar que presentan algunas limitaciones, por lo que es bueno recurrir a otras herramientas (el olvidado diccionario, electrónico o de papel) y siempre, siempre consolidar nuestros conocimientos gramaticales y lingüísticos.


Con todo lo anterior, se puede ver que el punto no es olvidarse de la ortografía. No hay razones de peso para descuidarla. Este artículo no es una diatriba contra ella, aunque algunos fragmentos puedan dar esa impresión. En cambio, sí es una recomendación para entenderla en su justa dimensión y enseñarla a la par de las muchas otras habilidades que inciden en la comunicación escrita. Se trata, pues, de un cambio de perspectiva que seguramente hará más fructífera la enseñanza y el aprendizaje de la redacción.

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