¿Textos que comunican en teoría?
- Jorge Bárcenas
- 16 ene 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 20 abr 2023
Decir que escribimos para comunicar no es novedoso, pero aun así es algo que frecuentemente olvidamos poner en práctica, si bien no es complicado.
¿Pura teoría?
Es un hecho: el texto está inscrito en un contexto discursivo que incluye desde el lugar y el tiempo en que tiene lugar hasta las características, expectativas y conocimientos de los participantes involucrados en la producción y la recepción del escrito. A la hora de escribir somos conscientes, me parece, de tres de los elementos que forman parte del contexto: el emisor (nosotros), el código y el mensaje, sobre los que buscamos tener un control absoluto. Sin embargo, por alguna extraña razón, casi no contemplamos ni la situación comunicativa ni al receptor, que también forman parte del contexto discursivo y son elementos fundamentales para que se cumplan los objetivos comunicativos que nos planteamos con un texto.

Foto: Quino Al / Unsplash
La teoría no es nueva. De hecho, la retórica clásica ya se había interesado en el estudio de “los fines que se pueden alcanzar mediante el uso social de la lengua”, a los cuales la lingüística moderna (Karl Bühler) denominó funciones de lenguaje. Dichos fines de la comunicación fueron conceptualizados con algunas variantes y nombrados con nuevas terminologías por teorías posteriores. Se sucedieron así las de Jakobson, Halliday, Searle y las teorías nociofuncionales (derivadas de los actos de habla de Searle y ocupadas mucho en la enseñanza de lenguas extranjeras con enfoque comunicativo). A pesar de la diversidad, todas coinciden en que la comunicación implica una negociación del sentido entre el emisor y el receptor, el escritor y el lector, negociación en la que se contemplan todos los elementos del contexto discursivo arriba descritos.
A pesar de que conocemos la teoría, por las clases de redacción y de expresión oral y escrita, esta se queda en teoría. O se ignoran los problemas que pueden generarse por no darle atención al asunto o se desconoce cómo trasladar la teoría a la práctica. Pareciera que quien escribe se reconcentra tanto en sí mismo, en lo que quiere decir que borra de su vista todo aquello que esté fuera de su mente y de la hoja. Como si los signos inscritos en la hoja fueran a adquirir sentido y vida gracias a mentes iguales a la suya y en circunstancias iguales a aquellas en las que escribe, de un plumazo, se olvida del lector y del contexto.
Estos olvidos, sin embargo, sí generan algunos problemas de comunicación. Enumero solo algunos:
que el lector no reconozca lo relevante por una mala organización de la información;
que no se proporcione información relevante suficiente si es probable que este carece de ciertos conocimientos necesarios para interpretar el texto.
que no se cumplan los objetivos del acto comunicativo (por ejemplo, cuando no conseguimos la respuesta esperada tras enviar un correo electrónico);
De la teoría a la práctica
¿Cómo evitar errores de esta naturaleza? En buena medida, la solución radica en tener conciencia de todos los elementos que conforman el contexto discursivo. Antes de escribir, entonces, hay que preguntarse: ¿para quién estoy escribiendo? ¿Quién o quiénes me leerán? ¿Qué deseo lograr cuando mi texto sea leído? ¿Informar, verificar algo, emocionar…? ¿Qué conocimientos o vocabulario puede que mi lector no tenga? ¿Qué género o formato es el más conveniente para vehicular mi mensaje? Tras plantearnos estas interrogantes, lo que sigue es escribir poniendo todos nuestros recursos lingüísticos y cognitivos en función del contexto discursivo que las respuestas a estas preguntas nos permiten identificar.
Recurrir a la planificación es, nuevamente, fundamental. Sirvan dos ejemplos para mostrarlo. Si como parte de la planificación uno anticipa algunas palabras clave o términos que se ocuparan en el escrito, se puede evaluar la necesidad o no de explicarlos al lector. O si como parte de la planificación preparamos un organigrama para jerarquizar las ideas, prevemos cómo debe organizarse la información en el texto para que el lector reconozca lo relevante.

Foto: Volodymyr Hryshchenko / Unsplash
La planificación, me parece, es el puente para que la teoría sobre los elementos de la comunicación se traslade a la práctica. Esta es la razón por la que siempre en nuestro Taller de Comunicación Escrita antes de dar la consigna de escribir un borrador solicitamos a nuestros alumnos que respondan algunas preguntas para identificar los elementos del contexto discursivo del que formará parte su escrito y que ocupen alguna técnica de planeación y organización de ideas (un guion de contenido, un organigrama, una entrevista).
De acuerdo con lo expuesto, tener mayor conciencia sobre todos los elementos que conforman el contexto discursivo es el punto de partida si realmente queremos comunicar con un escrito. Con eso en mente, estaremos ya más del lado del lector, que es finalmente con quien se verifica y cierra la comunicación.
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